Jóvenes y empleo, en números
Entre el segundo trimestre (abril-mayo-junio) de 2015 y el cuarto trimestre (octubre-noviembre-diciembre) de 2016, la tasa de desempleo en jóvenes entre 18 y 25 años se incrementó en más de 3 puntos porcentuales, llegando a un máximo de 23,63% en el segundo trimestre de 2016.
Los incrementos registrados en la tasa de desempleo en los jóvenes fueron similares a los aumentos experimentados por el desempleo general. Sin embargo, los jóvenes de entre 18 y 25 años son especialmente vulnerables en términos laborales, con altas tasas de desempleo persistentes aun en situaciones mucho más favorables para el mercado de trabajo en su conjunto.
El Progresar
Desde el punto de vista de las trayectorias vitales, la inserción temprana en el mercado laboral compite con la formación y acumulación de “capital humano”, y la posibilidad de percibir salarios mayores a lo largo de la vida. Desde el punto de vista del crecimiento económico, contar con una población formada y capacitada, también redunda en un mayor crecimiento a largo plazo. Desde esta perspectiva, la solución al desempleo juvenil no radica en generar las condiciones para que los jóvenes sencillamente se logren insertar en el mercado laboral, sino por el contrario, general las condiciones para que se inserten laboralmente de la manera más ventajosa.
En el marco de esta concepción, en octubre de 2014 se implementó el Plan Progresar, un programa de subsidio dirigido a los jóvenes de entre 18 y 24 años, que se encuentren cursando cualquier modalidad educativa. Estaba dirigido a jóvenes que no se encontraran trabajando, trabajaran de manera informal, o tuvieran un salario inferior al salario mínimo vital y móvil; y tenía como requisito -para su continuación- la aprobación de una cantidad mínima de materias o cursos. En efecto, propiciaba la escolarización juvenil.
El monto inicial era de $600 y se actualizaba conforme la movilidad jubilatoria, la AUH y los salarios familiares – en la actualidad el monto es de $900 por mes- El programa llegó a cubrir un máximo de 958.747 beneficiarios en octubre de 2015 (Gráfico 1) y fue un éxito en términos de escolarización del segmento etario comprendido.
El Gráfico 2, muestra la evolución de la tasa de escolarización de los jóvenes entre 18 y 25 años para el período 2004-2016. Se puede observar una marcada tendencia creciente.
Entre 2004 y 2007 la tasa de escolarización cayó más de 1 punto porcentual, precisamente coincidiendo con el mejoramiento de la economía. Esto es consistente con una huida hacia el trabajo por parte de jóvenes, atraídos por las mayores y mejores oportunidades laborales y salarios que se abrían en una etapa expansiva. Sin embargo, se constata que la tasa de escolarización se incrementa a partir de 2007 y sostenidamente hasta 2011 (de 41,91% a 44,85%), dando cuenta de la mayor holgura de los hogares para propiciar la escolarización de sus jóvenes y prescindir de dicho ingreso adicional al destinarlos al mercado de trabajo.
Asimismo, entre 2011 a 2013, período coincidente con un leve estancamiento de los salarios reales y crecimiento de la inflación, ocurrió una segunda caída en la tasa de escolarización en los jóvenes. Esto es consistente con una mayor necesidad de incorporarse al mercado laboral para proveer un ingreso adicional al hogar. Aunque, nuevamente, a partir del año 2013 la tasa de escolarización aumentó consistentemente de 43.67% a un máximo de 45.61% de los jóvenes de 18 a 25 años. Cada punto porcentual de aumento en la tasa de escolarización equivale a aproximadamente 37.600 jóvenes de entre 18 y 25 años. El incremento de 2 puntos porcentuales entre 2013 y 2015 equivale a cerca de 750.000 jóvenes que se abocan a los estudios universitarios, terciarios o capacitaciones de distinta índole. Este aumento en la escolarización registra valores similares a los beneficiaros del Plan PROGRESAR, pudiéndose entonces detectar los efectos más que positivos de este programa sobre la cantidad de jóvenes que se vuelcan a estudiar.
Adicionalmente, si observamos el desempleo juvenil, durante el período analizado se constata una sostenida disminución -con la excepción del año 2009 que coincide con la crisis internacional- y el recesivo año 2016. En el segundo trimestre de 2004 el desempleo juvenil se ubicó en 27,86% y se redujo sensiblemente a 17,12% para el segundo trimestre de 2008. Desde este año hasta 2015 el desempleo juvenil se ubicó en torno al 17%, exceptuando el año 2009 en donde el desempleo llego al 19,94% de los jóvenes. Este nuevo piso estructural del desempleo juvenil se rompe en el año 2016, en donde se registra un fuerte salto llegado a 23,63% en el segundo trimestre.
El antecedente de la década de 1990
En la década de 1990, en el contexto de la aplicación de un plan económico neoliberal, la pérdida de puestos laborales y salarios virtualmente congelados por el aumento del desempleo y la eliminación de las negociaciones paritarias, la tasa de desempleo juvenil se incrementó rápidamente hasta alcanzar valores cercanos al 20%.
Ya en el año 1991, la tasa de desempleo juvenil era de un 13.4%. Entre 1991 y 1994, tanto la desocupación en el total poblacional como entre los jóvenes se incrementó en 10 puntos porcentuales, llevando a una situación en la que casi la cuarta parte de los jóvenes se encontraba desempleados. En el año 1996 la tasa de desocupación trepó hasta un 32.4%, para descender nuevamente a valores cercanos al 25% hasta el 2001, donde nuevamente la crisis económica llevó la desocupación juvenil a valores superiores al 30% hasta el año 2004. Es decir, el desempleo juvenil del año 2016 es similar al de 1998, año previo al comienzo de la crisis de convertibilidad.
¿Estudiar o trabajar?
Durante los últimos 15 años, el acceso a diferentes fuentes de financiamiento para los estudiantes de menores ingresos (el Plan Progresar también resulta compatible con becas de estudios que en algunos casos beneficiaban hasta el 30% de su matrícula), la creación de nuevas universidades de proximidad en el interior del país y en el conurbano bonaerense, factores combinados con la mejora en el ingreso de los hogares, generó un incremento sustantivo en el porcentaje de jóvenes dedicados full time al estudio, pasando de un 55.89% en 2004 a un máximo de 67.79% en el 2015.
Como contracara, durante el 2016, el porcentaje de alumnos con dedicación exclusiva, disminuyo hasta 64.11%, más de 3 puntos porcentuales, lo cual significa más de 113 mil jóvenes adicionales que comienzan a combinar el estudio con el trabajo o con la búsqueda de empleo. De vuelta aquí, vale la pena restarla que este número es muy similar a la cantidad de jóvenes que peregrinaron a la Rural en busca de su primer trabajo.
Sale Progresar, entra Primer empleo
Los cambios registrados en las distintas variables analizadas responden a un enroque en la concepción sobre el rol que deben cumplir los jóvenes en el mercado de trabajo. Desde la llegada de cambiemos se han acentuando los programas de inserción laboral bajo condiciones de precarización, en detrimento de los programas que incentivaban la formación profesional y universitaria de la juventud.
Por un lado, en julio de 2016, al finalizar el primer cuatrimestre universitario, ANSES deliberadamente deja de brindar información sobre el programa PROGRESAR. En este contexto, varias universidades (cuyo rol era la coordinación entre los beneficiarios y el ANSES) comenzaron denunciar la baja arbitraria de alumnos que cumplían con los requisitos académicos para continuar siendo comprendidos en el programa. En particular, desde algunas universidades como la UNLP o la UNLA se informó que al menos el 50% de los beneficiarios fueron dados de baja sin motivo aparente.
Por otro lado, se comienzan a enfatizar en el diseño de programas que puedan reducir el costo laboral de contratar jóvenes en empresas.
En este sentido, en marzo de 2017, el gobierno de Macri propicia una serie de convenios con empresas como Mac Donalds, para la generación de empleo en jóvenes de hasta 24 años de edad. Estos convenios incluían el pago de salarios por debajo del SMVM ($4500 en el caso de Mac Donalds), el aporte de $1000 por trabajador por parte del estado, y un curso rápido de formación laboral a cargo del Ministerio de Trabajo. En el marco de un fuerte debate y acciones de amparo judiciales, dado que este acuerdo violaba derechos laborales básicos de los jóvenes; el programa fue dado de baja luego de un año de funcionamiento sin demasiados resultados.
A su vez se lanzó el Plan Primer Empleo. El mismo constituye el primer proyecto de ley laboral introducido por el gobierno de Mauricio Macri. Los objetivos declarados son estimular la creación de empleo formal y favorecer la formalización de trabajadores para personas entre 18 y 24 años. La gran novedad del Plan de Primer Empleo es que no sólo reintroduce la política de reducción a las contribuciones patronales aplicada en el pasado sino que, además de este beneficio, ahora el Estado ofrecerá a las empresas una transferencia monetaria directa, en calidad de subsidio al salario del trabajador. Como en el caso anterior este proyecto se encuentra inactivo dado que fue rechazado por la comisión de trabajo de la cámara de diputados.
Por último, se lanzó el plan Programa de Inserción Laboral que tiene por objetivo “empalmar” los planes sociales existentes en una relación de dependencia o nueva contratación. El programa establece una ayuda económica mensual que percibirán los actuales participantes de programas nacionales de empleo y de desarrollo social, que durante la nueva relación laboral tendrá carácter de subsidio al empleo y podrá ser contabilizada por los empleadores como parte de su remuneración laboral neta mensual. Estos tres últimos programas son ejemplos de la planificación de políticas laborales que ponen el foco sobre la flexibilización de la mano de obra para aumentar la demanda del empleo. De esta manera, se piensan planes de acción que focalizan en las necesidades de los empleadores cercanos al gobierno nacional más que en proteger los derechos de uno de los sectores más vulnerables del mercado de trabajo, los jóvenes.
Como contracara al aumento de la desocupación en el segmento comprendido entre los 18 y los 25 años en el año 2016, los esfuerzos oficiales se concentraron en lograr que esta fuerza de trabajo sea más “barata” para los empleadores, dejando en segundo plano las políticas que promovían su calificación y profesionalización.
Conclusiones
- Entre el segundo trimestre (abril-mayo-junio) de 2015 y el cuarto trimestre (octubrenoviembre- diciembre) de 2016, la tasa de desempleo en jóvenes entre 18 y 25 años se incrementó en más de 3 puntos porcentuales, llegando a un máximo de 23,63% en el segundo trimestre de 2016.
- Estas cifras van a contramano del proceso previo experimentado por los jóvenes. En el segundo trimestre de 2004 el desempleo juvenil se ubicó en 27,86% y se redujo sensiblemente a 17,12% para el segundo trimestre de 2008. La crisis de 2009 lo elevó a 19,94%, pero luego se evidencia una nueva reducción que ubica en un 17,86% a la tasa de desempleo juvenil en el año 2015. Es ostensible el salto a 23,63% en 2016, en línea con el aumento de la desocupación en el conjunto de los estratos etarios.
- Durante la etapa anterior, la expansión económica y el aumento de los salarios reales abrieron oportunidades para la formación de los jóvenes. Se constata que la tasa de escolarización se incrementó a partir de 2007 y sostenidamente hasta 2011 (de 41,91% a 44,85%), dando cuenta de la mayor holgura de los hogares para propiciar la escolarización de sus integrantes en edad de formación.
- Nuevamente, a partir del año 2013 la tasa de escolarización aumentó consistentemente de 43.67% a un máximo de 45.61% de los jóvenes de 18 a 25 años. Cada punto porcentual de aumento en la tasa de escolarización equivale a aproximadamente 37.600 jóvenes de entre 18 y 25 años.
- En efecto, en octubre de 2014 se implementó el Plan Progresar, un programa de subsidio dirigido a los jóvenes de entre 18 y 24 años, que tenía como requisito -para su continuación- la aprobación de una cantidad mínima de materias o cursos. En efecto, propiciaba la escolarización juvenil.
- El incremento de la tasa de escolarización de 2 puntos porcentuales (43,67% a 45,61%) entre 2013 y 2015 equivale a cerca de 750.000 jóvenes que se abocan a los estudios universitarios, terciarios o capacitaciones de distinta índole, y se trata de un valor similar a los beneficiarios del Plan PROGRESAR.
- Es también relevante observar la evolución de la cantidad de jóvenes que se dedican full time al estudio: pasaron de un 55.89% en 2004 a un máximo de 67.79% en el 2015.
- Como contracara, durante el 2016, el porcentaje de alumnos con dedicación exclusiva, disminuyo hasta 64.11%, más de 3 puntos porcentuales, lo cual significa más de 113 mil jóvenes adicionales que comienzan a combinar el estudio con el trabajo o con la búsqueda de empleo. Se trata de un número muy similar a los que peregrinaron a la Rural en busca de su primer trabajo.
- Desde la llegada de cambiemos se han acentuando los programas de inserción laboral bajo condiciones de precarización, en detrimento de los programas que incentivaban la formación profesional y universitaria de la juventud. De esta manera se comienzan a vaciar programas como el PROGRESAR, para darle más importancia a convenios de primer empleo con empresas como Mac Donalds, el Plan Primer Empleo o el Programa de Inserción Laboral.
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